lunes, 18 de octubre de 2004

Juan - Capitulo III

Celia estaba embarazada. Sin trabajo, sin estudios, sin apoyo de sus padres y con la resignación de sus futuros suegros Juan se vio transitando por su primer viaje hacia la desesperación en un barco que a cada golpe se hundía un poco más. Celia y Juan decidieron esconder semejante noticia a sus respectivos familiares pensando que era la mejor opción a seguir mientras ideaban cómo resolver sus vidas, que a partir de ese momento ya nunca volverían a ser las mismas. Todo cambiaría, un nuevo enfoque de las cosas se presentaba ante sus ojos de niño inocente que no conoce la experiencia y que apenas logra lidiar con todos aquellos bestiales problemas que inevitablemente ahora se habían vuelto tonterías pasajeras. Se vio obligado a dejar su infancia y todo lo que con ella venia, sus autos a control remoto, sus amigos, sus juegos, su casa...
Poco a poco la noticia se fue difundiendo entre los conocidos, ya el vientre de Celia comenzaba a crecer y a notarse demasiado como para ocultarlo entre sus caderas huesudas, ella era una muchacha de contextura muy fina, de huesos pequeños, de poca altura y muy bonita y se le hacía demasiado difícil ya ocultar la presencia de su hijo, razón por la cual Juan debió tomar valor y adoptando la mejor postura de hombre que le salió se atrevió a hablar con sus padres. Su madre tomo la noticia con indiferencia, no se mostró preocupada ante él, aunque en su interior estaba celosa, la negación se había instalado en su entender y observaba los acontecimientos como quien se asoma a la ventana por detrás de la cortina para ver qué está sucediendo en la calle. Remordiéndose los labios trataba de adivinar la gran tormenta que se avecinaba cuando Juan decidiera ir con su padre a contarle la situación. Lo mataría, pensó, pero decidió que no interferiría en tal decisión, quizá la falta de valor fue suficiente justificación, mas se aisló en su mundo dejando que el destino hiciera lo suyo.
-Papa, Celia esta embarazada.
Lo miro a los ojos buscando adivinar cuál era la comprensión que le daba al caso. Buscaba una mirada compasiva, quizás hasta aceptaría una mirada triste aunque también estaba preparado para la mirada furiosa en la que las llamas de enojo emanadas de los ojos lo quemarían hasta reducirlo a cenizas y polvo, pero en cambio obtuvo una mirada indiferente, Juan no comprendía, buscaba una reacción que no podía conseguir, sentía que estaba hablando con una estatua, sentada allí, en su cama, quieta, inmóvil y sin respuesta.
Después de unos minutos de estar encerrado en su mundo, el padre hizo un movimiento leve con la cabeza y sin mirarlo a los ojos le dijo:
-Vas a tener que irte de esta casa.
Juan tuvo la sensación por un instante de estar parado en medio del desierto esperando la tormenta de arena, sin protección y de pronto una gigantesca ola de diminutos granos de arena, millones, lo golpearon, lo sacudieron y lo arrastraron de forma devastadora.
Discutieron luego por un rato y finalmente Juan se retiro. Meses mas tarde se supo de lo que habían estado hablando ese día. Las culpas iban y venían de su padre a Juan, de Juan a su padre.
-No entendes nada! Sos muy viejo!
-Te arruinaste la vida! No me vengas a pedir ayuda!
-Te lo dije!
-Sos un borrego!
-No fue mi culpa!
-No sos capaz de escucharme!
Las cosas quedaron muy mal entre Juan y su padre. Se dijeron muchas cosas ese día, pero una le había quedado muy grabada. Sabia que nunca mas iba a poder contar con su padre para nada. Estaba solo. Ahora tendría que buscar un lugar a donde irse a vivir con Celia y su hijo que estaba creciendo con rapidez en el vientre de su mujer.
Lloró desconsoladamente tratando de entender por qué le estaba sucediendo esto a él. Por qué las cosas le costaban tanto. Por qué su padre no le dio ninguna contención. Por qué sus padres no eran como los de Celia, que al enterarse de la noticia no pudieron más que abrazar a Juan al son de un llanto estremecedor que no sabía si era compasivo o doliente o simple resignación.
Se sentía sólo, estaba sólo y no supo cómo seguir adelante.

martes, 5 de octubre de 2004

Juan - Capitulo II

A suerte de comenzar su recorrido hacia las más despiadadas situaciones Juan se inicio en aquello que para él sería el resto de su vida. Habiendo dejado atrás su infancia comenzó a recorrer el nuevo camino que se le presentaba impredecible a cada paso. Decidió no seguir una carrera terciaria de inmediato lo cual tuvo mas de una razón de ser, no solo por el hecho de que no le gustaba estudiar, razón que para él hubiese sido mas que suficiente, mas no necesaria.
Había comenzado a noviar con una joven muchacha casi de su misma edad, un año menor quizás. Muy católica y de costumbre religiosas, Celia logro captar la atención y toda la vida de Juan. Se querían mucho, demasiado y se dejaban llevar por todas esas emociones intensas que sentían uno por el otro. No pretendían aceptación de nadie, si bien por parte de la familia de Celia no había inconvenientes, la familia de Juan no toleraba a esta nueva "intrusa" que de golpe se había apoderado de la vida de Juan, haciendo de él alguien todavía más inútil de lo que para ellos ya era. Aun así, Juan no dejó que esto interfiriera con su nueva vida, que aparentemente carecía de responsabilidades más allá de las habituales. Sus esfuerzos se habían reducido a despertar sin un horario fijo, dejando que el sueño y su cansancio se hicieran responsables de avisarle el momento en el que ya había sido suficiente dormir y se levantaba feliz, luego a jugar con sus autitos de control remoto que le robaban horas y horas de comprender lógicas de movimiento y tracción sin darles nunca esa importancia física o matemática, sino mas bien por la importancia emocional que a le aportaban y entusiasmaban al punto de aislarlo en un mundo en el que solo el estaba, sin ver a los que lo miraban, sin escuchar a los que le hablaban, con la vista fija cual estaca que sostiene con firmeza las cuerdas de una carpa para que no se caiga así miraba Juan a sus mas preciados tesoros de plástico y motor sobre ruedas. Luego del almuerzo y otro rato de juegos y melodías en su teclado electrónico, Juan se disponía a llamar a su amada por teléfono y convenir la hora diaria del encuentro que duraría hasta que alguno decidiera que ya era demasiado tarde para estar fuera de casa, aunque ninguno de los dos se conformaba con tal justificación, pero sabían que todavía debían obedecer a las ordenes de sus padres que reprocharían sin piedad a la mañana siguiente el atrevimiento de volver a tan altas horas de la noche a la casa.
Así, su vida avanzó lenta y segura, sin demasiadas preocupaciones. Los momentos de ocio dejaban volar su imaginación en talentos ocultos que no resultaban provechosos según sus padres. Aprendió a tocar el charango, con la ayuda de un amigo que manejaba dicho instrumento de una manera casi angelical y que le dio unas cuantas pistas sobre como formar los acordes, Juan había logrado sacar de aquel instrumento de animal disecado las más hermosas melodías acompañadas de un ritmo espectacular, inimaginable a la vista de cualquiera la velocidad de sus dedos que sacudían las cuerdas con la mas precisa métrica hacia estremecer la piel con sus interpretaciones salidas del alma. Era músico de alma, su oído agudísimo le permitía captar las melodías de todos los discos que escuchaba y reproducirlas en su piano electrónico de 5 octavas, tenia un don muy especial, aun así esto no fue suficiente para seguir con sus estudios de música, que había comenzado mientras estaba en el secundario y abandonado dos años mas tarde, no lo necesitaba, había aprendido todo lo necesario para disfrutar de su propia música sin tener que depender de tediosos exámenes teóricos de mediciones de tiempo y valores de notas y ritmos extraños, era feliz con lo que sabia y con lo que tenia, su música, Celia y sus autos a control remoto.
Entre los desacuerdos, las discusiones y las peleas con sus padres, que, representaban para el una lucha diaria que ya casi había incorporado a su vida como una cosa mas de rutina, sucedió lo que ni siquiera él esperaba, era el comienzo del fin.
 
"Life is not a succession of urgent "now's", it is a listless trickle of "why should I's?" John Wilmot