martes, 14 de diciembre de 2010

algo

El insomnio me precede, como la culpa de la persecución de unas palabras ante una inquisición expuesta por mera desconfianza.
En la antesala de la maldad presume mi inconsciente su trágica aparición, hambriento y furioso, afila su guadaña con procurada cautela para degollar ante su paso cualquier intento de normalidad.
Por qué no otorgar el placer de volver realidad las presunciones que persiguen como fantasmas a esas yugulares rebosantes de juicios que se complacen en deducciones formuladas sin hipótesis ni teoremas?
Mi pasado me precede. Mi futuro es condena. Mi presente sólo quiere dejar de ser.
El tiempo corre y no apremia. Y la fatiga gana por si misma, cediendo ante la suplica de ver lo que no quieren ver.
Los vestidos de la hipocresía no logran cubrir la condición, y caminan descalzos, con la vista en alto, inhalando superioridad y mientras en su brevedad de supremacía se regodean, cuenta se dan de la inmovilidad acaecida por la pantanosa superficie sobre la que van.
En la tormentosa hecatombe de una mente dividida, ser espejo que refleja la miseria que se oculta con certeza de su invisibilidad es tarea requerida, alimentada por la insistencia de poner a prueba los límites que van más allá de la comprensión, hasta que el triste reflejo de lo que en verdad es, se muestra reluciente ante la insólita mirada que con desconcierto intenta mirar en otra dirección tratando desesperadamente de convencerse, en vano, de lo contrario. La fuerza de gravedad del propio ego hace imposible tal menester, y la hipnosis los hunde en ese mar que no querían nadar. Se ahogan, solos, se ahogan. Ni siquiera la desesperación encarnada en un tortuoso grito logra asomar a la conciencia. No luchan. No entienden. La perplejidad les gana la partida de antemano y tan sólo se quedan ahí, atónitos, desconcertados, igual de idiotas que siempre. Entonces la maldad debe regresar al inconsciente de donde salió, con la cabeza gacha, defraudada, arrastrando su guadaña ensangrentada que marca el surco en la arena de la memoria del temible desierto en el que el viento no sopla y esperar ser requerida en el futuro, nuevamente, para su propia debilidad.
 
"Life is not a succession of urgent "now's", it is a listless trickle of "why should I's?" John Wilmot