martes, 11 de diciembre de 2007

Viajes Domingueros de Viejas Dominguera

"Tengo hambre", estipulé, saltando del sueño a la realidad. Miré a mi izquierda el reloj que apuntaba a las 12 del mediodía y a la vieja Beba a mi derecha mirándome con uno sólo de sus ojos abiertos esbozando un "mmm" mientras se estiraba boca abajo con su cara aplastada en la almohada intentando acomodar sus huesos.
"Ya fue" afirme, dando un salto para caer sobre mis ojotas talle 35 con precisión, "queres unos ravioles?", inquirí mientras dirigiame inexorablemente hacia la cocina. Seguida por los pasos de Beba hasta el lugar, me di vuelta para esperar la respuesta de ella ante mi propuesta, la cual, siendo este el plato considerado el manjar que ella tanto prefiere sobre cualquier otro, fue sorprendente una dudosa negativa representada por cada gesto, por cada célula de su cuerpo que bailaban en contrapunto con las silabas a medida que entonaba un desganado "si".
"Cambio de planes", pensé, para alterar la disonante melodía que se sucedía entre sus palabras y sus deseos. "Hacete unos mates si queres" Su sonrisa ilumino su rostro y la melodía empezó a coordinarse en armonías perfectas de ritmos simétricos. Así, postergué la raviolada "para la noche", pensé...
Entre mates y resurrección, los temas surgían como de costumbre en manantiales interminables de palabras se mecían entre las locuras de su madre y su persecución casi psicópata sobre su enfermedad y sobre su hija, los temas de la oficina y los típicos problemas que suceden, actualizándonos en los últimos chismes del momento que surgen casi sin interés sobre esos mismos temas recurrentes y ya casi aburridos, la cena de fin de año de la empresa y la tediosa decisión de concurrir o no tras el análisis meticuloso de intereses y conveniencias. Verde ya de tomar mate, decline finalmente el ultimo (mi ultimo mate implica que Beba tomara unos diez mates mas o hasta que no haya mas agua en el termo sin importar la temperatura de la misma o el estado de 'lavadez' del mate - tiene un estomago a prueba de mates fríos!-).
Con los temas de conversación agotados y la mirada un poco perdida, ágilmente Beba propone "si vamos al bolishoping?" "Dale, buenísimo" conteste rápidamente. El bolishoping es un lugar en el que se consigue ropa de procedencia dudosa, pero de muy buena calidad por lo general y de marcas reconocidas (o muy bien imitadas) pero a menos de la mitad de su precio de venta en cualquier otro lugar. No sin antes pegarnos un baño cada una, dada la hediondez que nos acechaba del trabajo que habíamos hecho el día anterior, enfilamos hacia el subte para llegar a destino. Entre pantalones, remeras, medias y camperitas, estuvimos cirujeando un buen rato en el lugar hasta obtener lo buscado y salir con una amplia sonrisa en nuestros rostros. Gracias a Dios no somos de esa clase de mujeres que hacen desear a la vendedora haber nacido varón en la época de las cavernas para darnos un mazazo en la cabeza a cada una. La decisión es rápida. Nos gusta, lo llevamos y solo lo probamos si es absolutamente necesario. Es dudoso, después volvemos. No nos gusta, ni lo miramos...
Bolsa en mano y sonrisa en el rostro, propuse ir a tomar un helado. Este era uno de esos días que están hechos para disfrutarlos en todo sentido y gastarse toda la plata. La temperatura era ideal, una linda brisa corría por las calles y la gran cantidad de heladerías de Rivadavia invitaban seductoramente a los peatones.
"Munchi's, lo conoces?" "No, nunca fui" "Vamos?" "Y daaaaaale..."
Bolsa en mano, sonrisa en rostro y cuarto de helado en la otra mano, deduje que quedarnos dentro de la heladería, con toda la gente que había y la falta de mesas además, seria mucho mejor ir al parque a tomar el helado y hacia allá nos dirigimos, entre un montón de gente que se apuraba a disfrutar de las ultimas gotas de luz que brindaba el fantástico día y la maravillosa noche que se pronosticaba en ese clima tan lindo, nos sentamos al borde de una fuente a tomar el delicioso manjar de los sabores mas ricos mientras observábamos a la gente que pasaba y suplicábamos por un desfile de chicos churros para terminar de complacer uno mas de nuestros sentidos, la vista. Desafortunadamente no hubo mucho para ver, quizá porque no prestamos la atención suficiente o porque la mayoría no superaba los 10 años, ya que es un parque, a donde por lo general los padres llevan a los chicos a jugar.... de todas formas no perdíamos la esperanza a medida que el cielo se cambiaba su traje celeste de prendedor amarillo y se ponía su pijama azul oscuro con lentejuelas de las mas brillantes esperábamos ver también cambiar a la gran masa de padres, niños, triciclos, pelotas y bicicletas por muchachos con guitarras, atuendos casuales y mates bajo el brazo. Mientras tanto nos entreteníamos con nuestras típicas charlas de viejas solas que siempre tienen algo para hablar.
Con el trajín de la compra y el helado, sentía una desesperada sed que me estaba poniendo de lo mas incomoda y dada la falta del preciado elemento, debí salir en su búsqueda sintiéndome cual gato con una bola de pelos atorada en la garganta y entonando desesperadas palabras de "aguaaaa, aguaaaaa" y "donde catzo hay un kioskoooo!!!!! Jesús!" Ahhhh, dichosos mis ojos al encontrar el gran cartel de los cigarrillos de marquilla roja y blanca. Dirigime presurosamente al lugar y tras una minuciosa selección de la botella con menor temperatura, abone la misma y retornamos al observatorio de piyamas azules oscuro y mates bajo los brazos.
No mucho llegamos a ver cuando la embolia ataco con fuerzas y decidimos irnos, cansadas y viejas, a dormir.
"Deje la mochila en tu casa!" apuro Beba, por lo que tomamos el subte para volver a mi hogar y ella recuperar su mochila.
Mientras hacíamos las 5 cuadras obligatorias desde el subte hasta mi casa, pasamos por un local nuevo que pusieron en el que solamente venden sushi, y no se por que razón nos detuvimos ahí, las dos, en simultaneo (tenemos, como buenas viejas chotas, un alto grado de mimetizacion, en la que los pensamientos surgen casi siempre en paralelo o son sabidos de antemano por la otra). Lo extraño de todo esto es que yo no como bichos de mar y nunca había incursionado en el pescado crudo tampoco. A decir verdad, no era una idea de mi agrado hasta ese momento. Beba había ya probado alguna vez el sushi, pero no era fanática del mismo tampoco. Cuestión, no sabemos por que, pero entramos en el lugar y ordenamos. 10 piezas 30 pesos!!!! Jesús! Y bueno, era el día, era el momento, era el lugar.... Nos aseguramos de que la muy amable señorita oriental que nos atendió nos guardara en la bolsa del envío los palitos para comer bien a lo japonés (`_´) y nos volvimos a mi casa ya que el pedido iba a tardar por lo menos media hora. Nuevamente entre charlas y puchos, llego la comida y "ahhh... a ver de qué se trata esto!"
La idea de manipular los palitos, pensé, no me llevaría más de un par de intentos. Debo confesar que he debido servirme de la ayuda de un tenedor para rescatar los pedazos de salmón ahogados en la salsa de soja y las piezas que dejaba totalmente destruidas luego de intentar alzarlas con esos malditos palillos que se me enredaban todos los dedos y de a ratos salían despedidos por los aires para ser atrapados en actos de malabarismo. Beba la tenia mas clara, los agarro, examino unos instantes, los coloco en su mano de la manera correcta aparentemente y logro su cometido, el cual quise imitar y no lo logre!
Pero no solo el uso de los palillos fue lo novedoso de la situación. El momento en el que abrimos las bandejas para ver que la orden estaba bien (pedimos 5 de smoked, de salmón y palta y 5 california que tienen kanikama) veo que Beba agarra un adornito de palta que habían puesto con forma de hoja. Hay otro, pero cuando lo levanto para comerlo, noto una consistencia sospechosamente más opaca y gruesa que la de la palta. Inteligentemente(...) deduje que era Wasabe, una crema verde de lo más picante que esta hecha de una raíz y se usa para condimentar las piezas. Era tarde, Beba lo había tragado entero el pedazo de wasabe sin darme tiempo a explicarle lo que era y para cuando la vi, tenia la vista perdida en algún punto entre su garganta incendiada y su lengua casi inerte, buscando infructuosamente una respuesta al ahogo que sentía. "Es wasabe vieja! no me digas que te lo mandaste así de una?!?!?!" El ataque de risa que nos agarro tras varios vasos de agua ingeridos por ella nos produjo una serie de espasmos que casi nos dejan sin comer.
Dando fin a todo el 'orientalismo' que nos había atacado, Beba se tomo un taxi y volvió a su casa, y yo tome mi libro de Cortazar y continué mi lectura para caer desmayada tres párrafos después.
 
"Life is not a succession of urgent "now's", it is a listless trickle of "why should I's?" John Wilmot